Este es un relato que escribí el año pasado para un libro del cole, y me gustaría que me dijérais que tal esta.
Aquel fue el día más feliz de mi vida. Caminaba tranquilo por el paseo marítimo, sin nadie a mi lado. Estaba triste, pues no hace poco había perdido a mi familia en un trágico accidente. Ensimismado en mi mismo, solo era capaz de pensar en ellos.
De pronto, un gran estruendo me sacó de mi ensimismamiento. Pensé que era un ataque enemigo, pero me di cuenta de mi error. Aquel estrépito cambiaría mi vida para siempre, aunque yo no lo sabía.
Del fondo del agua, salió un dragón enormemente grande y con un pelaje de color bayo. Su cara daba a entender compasión y ternura, aunque fuese un dragón. Miré de un lado a otro por si alguien más estaba viendo lo que yo, pero no encontré a nadie.
Con prudencia me acerqué a él y le dije.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres?
-Soy Dandrat. Te llevaré hacía…digamos…otro mundo.
No supe lo que me quería decir, pero me pareció de confianza. Me subí a su lomo y mi cabeza empezó a marearse. Un montón de imágenes se reflejaban en mi mente. Tras varios minutos, todo cesó. Me encontraba ahora en una estancia grande y lujosa. Caminé unos metros y noté que todo en aquella sala era tan blanco como las nubes. El suelo era esponjoso y cómodo. Abrí la puerta situada al final y salí a un corredor igual que la sala: Blanco.
Al final de este estaban toda mi familia. Mi padre, mi madre, mis dos hermanos y mi hermanito pequeño. Tods eran felices y me sonreían directamente.
-Si quieres tienes dos opciones…-Me dijo el dragón, que aún estaba a mi lado.-Puedes quedarte con ellos para siempre o volver a tu “mundo”
Estaba en una encrucijada. Quedarme con ellos sería olvidarme de lo terrenal. Pero si por el contrarío regresaba tendría que esperar para estar con ellos. Finalmente, decidí quedarme. Dandrat se despidió de mí y se desvaneció en el aire. Me acerqué a mi familia y juntos atravesamos el umbral hacía el cielo.